San Andrés, hermano de Pedro, fue el primero de los Apóstoles en seguir a Jesús, por lo que la tradición bizantina lo honra con el título de Protóclito o “el primer llamado”. Inicialmente discípulo de Juan Bautista, su búsqueda de la verdad lo llevó a Cristo, a quien reconoció como el Mesías y de inmediato presentó a su hermano Pedro. Este gesto revela su espíritu apostólico y su deseo de compartir con otros el encuentro con el Señor. Su nombre griego indica cierta apertura cultural, lo que anticipa su misión posterior como evangelizador del mundo helénico.
El Evangelio menciona a Andrés en momentos clave, como la multiplicación de los panes, donde demuestra su realismo al señalar que los recursos eran insuficientes, pero deja espacio para la acción de Jesús. También en Jerusalén, cuando junto con Felipe presenta a Jesús a un grupo de griegos, manifestando su papel como puente entre el mundo judío y el gentil. Jesús, en respuesta, anuncia que su hora ha llegado y que, como el grano de trigo que cae en tierra, su muerte dará fruto abundante: la Iglesia de todas las naciones.
Según la tradición, Andrés llevó el Evangelio a Grecia y murió crucificado en Patrás en una cruz en forma de aspa, conocida hoy como “cruz de san Andrés”. En su martirio, lejos de temer la cruz, la saluda con gozo, reconociéndola como el medio supremo de unión con Cristo. Su vida nos enseña la prontitud en el seguimiento de Jesús, el entusiasmo por darlo a conocer y la disposición a abrazar la cruz como signo de amor y redención. Que su testimonio nos inspire a vivir nuestra fe con entrega y apertura a la misión que Dios nos confía.