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    SAN ISIDORO DE SEVILLA: SABIDURÍA CRISTIANA PARA TIEMPOS DE CAMBIO

    En medio del declive del mundo romano y el ascenso de los reinos bárbaros, san Isidoro de Sevilla supo ser puente, faro y raíz. Obispo, pensador y compilador incansable, este gran Padre de la Iglesia —último de la antigüedad cristiana según muchos— dedicó su vida a conservar, transmitir y cristianizar todo el saber de su tiempo. Y lo hizo no desde una torre de marfil, sino desde el corazón de una Iglesia en diálogo con su cultura y su historia.

    Educado en una familia profundamente cristiana y culta, y formado bajo la mirada exigente de su hermano san Leandro, Isidoro asumió con seriedad una doble responsabilidad: formar a su pueblo en la fe católica y preservar la memoria del saber clásico, integrándolo con discernimiento en la visión cristiana del mundo. Su esfuerzo por conservar la herencia de Roma sin perder la novedad de Cristo nos ofrece hoy un modelo esencial para vivir la fe en tiempos de transformación.

    Isidoro fue, ante todo, un pastor con alma de contemplativo. Deseaba el silencio del estudio y la oración, pero aceptó con humildad la carga del gobierno episcopal, convencido de que amar a Dios exige también servir al prójimo. En su pensamiento, la acción y la contemplación no se oponen, sino que se enriquecen mutuamente: como Cristo que predicaba de día y oraba de noche, el cristiano está llamado a unir oración y compromiso. Hoy, cuando también nosotros vivimos tensiones entre activismo y fe, entre cultura y Evangelio, la vida de san Isidoro nos recuerda que la sabiduría cristiana no teme el conocimiento, sino que lo acoge, lo purifica y lo eleva. Y nos invita a buscar a Dios tanto en la interioridad del corazón como en el servicio concreto a los demás.