• Los Apostoles

    LA TRADICIÓN APOSTÓLICA: EL EVANGELIO VIVO A TRAVÉS DEL TIEMPO

    La Tradición apostólica no es un conjunto de palabras o recuerdos del pasado, sino un río de vida que fluye desde Cristo hasta nuestros días, insertándonos en la historia de la salvación. Desde los orígenes de la Iglesia, los Apóstoles fueron los primeros depositarios de la revelación de Cristo, transmitiendo fielmente su enseñanza con la ayuda del Espíritu Santo. Como subraya el Concilio Vaticano II, la Tradición no solo conserva íntegra la verdad revelada, sino que la comunica a todas las generaciones a través de la predicación, la liturgia y la vida cristiana.

    Este mandato de transmitir la fe fue asumido por los Apóstoles y sus sucesores, quienes continuaron la misión de hacer discípulos a todas las naciones, bautizarlas y enseñarles todo lo que Cristo había mandado (Mt 28, 19-20). Desde san Pablo, que insistía en transmitir lo que él mismo había recibido, hasta los primeros Padres de la Iglesia como san Clemente Romano y Tertuliano, queda claro que la autenticidad de la fe se garantiza por la continuidad con los Apóstoles. Así, la Iglesia se mantiene unida a su origen y, al mismo tiempo, crece en la historia bajo la guía del Espíritu.

    La Tradición es, por tanto, el Evangelio vivo que nos hace contemporáneos de Cristo. A través del ministerio apostólico, el Resucitado sigue presente en su Iglesia, no como un recuerdo lejano, sino como una realidad viva que actúa en la comunidad de los creyentes. Esta certeza nos llena de alegría y esperanza: en la sucesión ininterrumpida de la fe, Cristo sigue iluminando nuestro camino y guiándonos hacia la plenitud del Reino.

  • Los Apostoles

    LA TRADICIÓN: COMUNIÓN VIVA A LO LARGO DEL TIEMPO

    La Iglesia no solo une a los creyentes de un mismo tiempo y lugar, sino que abarca todas las generaciones pasadas, presentes y futuras en una única comunión. Esta dimensión de la fe, sostenida por el Espíritu Santo, permite que la experiencia del Resucitado que vivieron los Apóstoles siga siendo real y accesible en la vida de la Iglesia. La Tradición apostólica no es solo la transmisión de enseñanzas, sino la actualización constante de la salvación en la fe, la liturgia y la vida sacramental. Es el Espíritu Santo quien garantiza esta continuidad, asegurando que el don de Cristo permanezca vivo en su pueblo.

    El universalismo de la salvación se refleja en la misión confiada a los Apóstoles, quienes, asistidos por el Espíritu, son enviados a todas las naciones para hacer presente la obra redentora de Cristo. Desde el inicio de la Iglesia, el Paráclito guía a los Apóstoles y a sus sucesores en su labor evangelizadora, asegurando la autenticidad de su testimonio. En los Hechos de los Apóstoles vemos cómo el Espíritu y los enviados de Cristo actúan conjuntamente, sosteniendo la misión y constituyendo pastores para la grey, demostrando que la autoridad en la Iglesia no es solo una estructura humana, sino un don divino.

    Por tanto, la Tradición no es una simple transmisión de conocimientos del pasado, sino la presencia activa de Cristo en su Iglesia a lo largo de la historia. Es el vínculo que une la experiencia de fe de los Apóstoles con la de cada generación, permitiendo que el Evangelio siga siendo fuente de vida. La Tradición es como un río vivo que nos conecta con los orígenes y nos guía hacia la eternidad, cumpliendo la promesa de Cristo: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).