• Laudes y Visperas

    LA RECAPITULACIÓN EN CRISTO: PLENITUD DEL DESIGNIO DIVINO

    Cada semana, la liturgia de las Vísperas nos invita a alabar a Dios con el himno de apertura de la carta a los Efesios (Ef 1, 3-10). Este texto, inspirado en la tradición judía de las berakot o bendiciones, destaca a Cristo como el centro del plan de salvación. Tres verbos esenciales —»nos eligió», «nos concedió» y «ha prodigado»— guían nuestra reflexión sobre la gracia divina que, en Cristo, transforma nuestra existencia y nos introduce en el misterio insondable del amor de Dios.

    San Pablo nos revela el oikonomia o proyecto armonioso de Dios: recapitular en Cristo «todas las cosas, las del cielo y las de la tierra» (Ef 1, 10). Este propósito supera la dispersión y el límite de la creación, llevándola hacia su plenitud en el Señor. San Ireneo profundiza en este misterio afirmando que el Verbo se hizo verdaderamente hombre para renovar nuestra naturaleza y liberarnos del pecado. En Cristo, Dios abraza nuestra fragilidad, destruye la muerte y nos conduce a la vida plena.

    Este himno nos invita a contemplar con asombro el grandioso fresco de la salvación y a unirnos a la oración de san Ireneo: «Señor, atráenos a ti, atrae al mundo a ti y danos tu paz». Que esta alabanza nos renueve en la fe y nos impulse a vivir como hijos adoptivos en Cristo, reflejando en nuestra vida la plenitud de su amor.

  • Laudes y Visperas

    EL HIMNO DE EFESIOS: EL PLAN ETERNO DE SALVACIÓN

    En la carta a los Efesios (1, 3-14), san Pablo nos introduce en un himno de alabanza que revela el plan eterno de salvación trazado por Dios Padre y realizado en Cristo. Este himno, recitado en la liturgia de las Vísperas, describe las etapas de este proyecto divino: desde nuestra elección y santidad, pasando por la filiación adoptiva y la redención, hasta la herencia eterna asegurada por el Espíritu Santo. Todo el plan es una manifestación del misterio divino, que ha permanecido oculto hasta ser revelado en «la plenitud de los tiempos» mediante Jesucristo.

    En su primer gesto, Dios nos elige «antes de crear el mundo» para ser santos, es decir, para participar de su amor infinito. La santidad no es una realidad lejana, sino una invitación a vivir configurados con Dios, que es amor. Al amarnos y permitirnos amar, entramos en el misterio de su santidad, transformando nuestra realidad cotidiana en un reflejo de su caridad. Además, somos predestinados como hijos adoptivos, lo que nos eleva de simples criaturas a miembros de su familia, compartiendo la misma relación íntima con el Padre que Cristo tiene como primogénito entre muchos hermanos.

    San Ambrosio, comentando este himno, destaca la gracia sobreabundante de Dios, quien no solo nos redime, sino que nos transforma, haciéndonos pasar de «hijos de la ira» a «hijos de la paz y de la caridad». En este canto de Efesios resuena la riqueza del amor divino que nos llama, nos perdona y nos lleva a la plenitud. Este himno es, para nosotros, un recordatorio de que nuestra vida está inscrita en el gran proyecto de Dios, lleno de misericordia y amor, y nos invita a vivir con la certeza de que somos parte de su plan eterno de salvación.