Cada semana, la liturgia de las Vísperas nos invita a alabar a Dios con el himno de apertura de la carta a los Efesios (Ef 1, 3-10). Este texto, inspirado en la tradición judía de las berakot o bendiciones, destaca a Cristo como el centro del plan de salvación. Tres verbos esenciales —»nos eligió», «nos concedió» y «ha prodigado»— guían nuestra reflexión sobre la gracia divina que, en Cristo, transforma nuestra existencia y nos introduce en el misterio insondable del amor de Dios.
San Pablo nos revela el oikonomia o proyecto armonioso de Dios: recapitular en Cristo «todas las cosas, las del cielo y las de la tierra» (Ef 1, 10). Este propósito supera la dispersión y el límite de la creación, llevándola hacia su plenitud en el Señor. San Ireneo profundiza en este misterio afirmando que el Verbo se hizo verdaderamente hombre para renovar nuestra naturaleza y liberarnos del pecado. En Cristo, Dios abraza nuestra fragilidad, destruye la muerte y nos conduce a la vida plena.
Este himno nos invita a contemplar con asombro el grandioso fresco de la salvación y a unirnos a la oración de san Ireneo: «Señor, atráenos a ti, atrae al mundo a ti y danos tu paz». Que esta alabanza nos renueve en la fe y nos impulse a vivir como hijos adoptivos en Cristo, reflejando en nuestra vida la plenitud de su amor.