• Laudes y Visperas

    LA SOLICITUD DIVINA POR LOS POBRES Y DÉBILES

    En esta segunda parte del Salmo 144, que abarca los versículos 14-21, el salmista profundiza en el amor de Dios por los más vulnerables. Si en la primera sección celebrábamos la grandeza de Dios como rey, ahora se nos revela una faceta aún más cercana: un rey que no se muestra distante, sino lleno de ternura y solicitud, especialmente hacia los pobres y débiles. La realeza divina no se basa en el poder, sino en el cuidado amoroso por sus criaturas más frágiles. Dios es presentado como un Padre que «sostiene a los que van a caer» y levanta a los que ya han caído, siempre dispuesto a proveer lo necesario para vivir.

    El salmista también proclama dos cualidades fundamentales de Dios: su justicia y su santidad. El Señor es justo en todos sus caminos y santo en todas sus acciones. Estas cualidades reflejan la alianza de Dios con su pueblo, una alianza que busca salvar y liberar del mal, y que se basa en la fidelidad amorosa del Señor. El verdadero creyente es el que invoca al Señor con fe y confianza, lo busca sinceramente y lo ama con la certeza de que será acogido bajo su protección.

    Al igual que al comienzo, el salmista termina esta sección invitando a todos los seres vivientes a alabar y bendecir el nombre de Dios, el cual actúa y salva en la historia. La alabanza no es solo un acto personal, sino un canto comunitario que debe elevarse desde la tierra hasta el cielo, celebrando el amor universal de Dios, fuente de paz y salvación.

    Finalmente, el salmo nos recuerda que «cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente». Este versículo, usado con frecuencia por Barsanufio de Gaza, nos invita a reaccionar frente a las dificultades de la vida no con reflexiones teóricas, sino invocando al Señor con confianza. Como le dijo a un discípulo, no debemos preocuparnos por las causas de nuestras tentaciones, sino simplemente invocar el nombre de Jesús, sabiendo que Él nos escucha y nos ayuda.

  • Laudes y Visperas

    ALABANZA A LA REALEZA DIVINA Y A LA MISERICORDIA DE DIOS

    El Salmo 144 es un canto de alabanza al Señor, presentado en la liturgia en dos momentos. Hoy nos enfocamos en los primeros versículos (1-13), que celebran la grandeza de Dios como «rey», un tema recurrente en muchos salmos. Esta realeza divina, lejos de ser una mera figura de poder, simboliza el plan salvífico de Dios para la humanidad, un proyecto de paz y armonía que se extiende a lo largo de todas las generaciones. El salmista nos invita a alabar a Dios por su «reino», una acción universal que arranca el mal del mundo y manifiesta la gloria del Señor.

    El corazón de este salmo es una alabanza fervorosa a las «obras» de Dios: su grandeza, misericordia, justicia y bondad. Se nos recuerda que no estamos a merced de fuerzas oscuras ni vivimos de manera solitaria nuestra libertad, sino que dependemos del Señor, quien nos ofrece un plan de salvación lleno de ternura y amor. Este «reino» no se fundamenta en el poder o dominio como los reinos terrenales, sino en la piedad y la justicia. Dios es descrito como «lento a la cólera y rico en piedad», un retrato de su infinita misericordia.

    El salmo culmina con una afirmación reconfortante: «El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas». Estas palabras de consuelo nos invitan a confiar plenamente en la bondad de Dios, que se extiende a todos, sin distinción. En este sentido, san Pedro Crisólogo, al reflexionar sobre la misericordia de Dios, nos recuerda que esta misericordia es más grande que todas las obras del Señor. Por eso, al igual que el profeta, también nosotros clamamos: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad».