• Laudes y Visperas

    LA BELLEZA DEL SER HUMANO A LOS OJOS DE DIOS

    En la octava de Navidad, conmemorando la fiesta de los Santos Inocentes, la liturgia de las Vísperas nos invita a meditar nuevamente sobre el Salmo 138. Si en la primera parte reflexionamos sobre la omnisciencia y omnipresencia de Dios, ahora este himno sapiencial pone su atención en la creación más admirable de todas: el ser humano, a quien Dios define como su «prodigio». Este tema se conecta profundamente con el misterio de la Navidad, en el que celebramos al Hijo de Dios hecho hombre, un Niño nacido para nuestra salvación.

    El salmo nos invita a contemplar la mirada amorosa de Dios hacia el ser humano desde su más temprano comienzo, cuando aún es un «embrión» en el seno materno. El salmista emplea poderosas imágenes bíblicas para describir la acción divina: Dios es como un alfarero y un escultor que forma al ser humano, como se relata en el Génesis, y como un tejedor que entrelaza la carne y los nervios sobre el esqueleto. Esta imagen nos muestra el cuidado y la dedicación divina en cada ser humano, desde el primer momento de su existencia.

    Un aspecto particularmente asombroso es que Dios ya ve todo el futuro de ese ser humano aún «informe». En el «libro de la vida» del Señor, están ya escritos todos los días de la vida de esa criatura, lo que resalta la trascendencia del conocimiento divino y la grandeza de la vida humana, desde su concepción hasta su destino final.

    San Gregorio Magno, reflexionando sobre estas palabras del salmo, extiende la meditación a los miembros más débiles de la comunidad cristiana. A pesar de sus limitaciones, los que son pequeños en fe y vida espiritual también forman parte integral de la Iglesia. San Gregorio nos recuerda que, aunque imperfectos, aquellos que buscan a Dios con buen deseo y amor contribuyen a la edificación de la Iglesia, apoyados en la solidez del amor a Dios y al prójimo.

    Este mensaje nos brinda consuelo y esperanza, recordándonos que, aunque nuestra vida espiritual a veces sea difícil y marcada por imperfecciones, el Señor nos conoce profundamente y nos envuelve con su amor constante. Como en el Salmo 138, nunca estamos lejos de su mirada amorosa, que nos acompaña en cada momento de nuestra existencia.

  • Laudes y Visperas

    LA OMNISCIENCIA Y OMNIPRESENCIA DE DIOS COMO FUENTE DE CONFIANZA

    El Salmo 138 es un himno sapiencial que, en sus primeras estrofas, celebra la omnisciencia y omnipresencia de Dios, invitándonos a meditar sobre su cercanía y misterio. En su primer pasaje (vv. 1-6), el salmista nos presenta a un Dios que lo conoce todo, no solo de manera intelectual, sino en una relación íntima y personal con sus criaturas. Este conocimiento no es una simple observación externa, sino una comunión que abarca los pensamientos, las acciones y los sentimientos humanos. La grandeza del Creador es aún más sorprendente al comparar la magnificencia de sus obras creadas con su sabiduría infinita, como señala Teodoreto de Ciro.

    El segundo pasaje (vv. 7-12) destaca la omnipresencia divina, que llena todo el espacio y todo el tiempo. La imagen de la imposibilidad de escapar de la presencia de Dios es poderosa: «Si subo al cielo, allí estás; si bajo al abismo, allí también te hallo». Dios no solo está presente en lo más alto y en lo más bajo, sino también en la luz y en la oscuridad, en el día y en la noche, en los momentos de alegría y de dificultad. Esta presencia divina no es una amenaza, sino una cercanía que guía, sostiene y libera. Incluso en la última soledad de la muerte, Dios no nos abandona; su mano está dispuesta a tomarnos y guiarnos.

    La confianza que nos transmite este salmo es profunda. Podemos tener la seguridad de que nunca estamos solos, porque Dios está siempre con nosotros, incluso en las noches más oscuras de nuestra vida. Teodoreto de Ciro, al meditar sobre el misterio de la sabiduría divina, reconoce que su comprensión escapa a la capacidad humana, pero se rinde ante el prodigio de la creación, proclamando la victoria de la sabiduría del Creador. En nuestra vida diaria, este mismo sentimiento de asombro nos invita a confiar en la bondad y cercanía de Dios.