En este primer miércoles de Adviento, meditamos el Salmo 136, conocido por sus palabras iniciales en latín, Super flumina Babylonis. Este salmo expresa el dolor del pueblo judío durante el exilio en Babilonia, una experiencia marcada por la nostalgia de Sión y el deseo de redención. En su lamento, el salmista refleja sentimientos de desarraigo y una profunda esperanza en la liberación, resonando con el espíritu de Adviento: un tiempo de espera vigilante y preparación para la venida del Salvador.
San Agustín, comentando este salmo, introduce una perspectiva que trasciende las divisiones religiosas. Afirma que incluso entre los habitantes de Babilonia —quienes no conocen a Dios— hay quienes poseen una chispa de deseo por algo trascendente, una búsqueda inconsciente de la verdadera redención. Según él, estas personas, comprometidas con el bien y la paz terrena, están también en camino hacia la Jerusalén celestial, aunque de forma misteriosa. Esto nos invita a reconocer los signos de esperanza en nuestro tiempo y a trabajar por la transformación del mundo, guiados por la luz de Dios.
Pidamos al Señor que despierte en todos nosotros el deseo de la ciudad eterna, que es Cristo. Que su amor toque también a quienes aún no lo conocen, para que juntos avancemos en peregrinación hacia la verdadera Jerusalén, llevando la luz de la esperanza a nuestro mundo.