Iglesia Primitiva

SAN GREGORIO NACIANCENO (II): LA SED DE DIOS Y LA TAREA DEL ALMA

San Gregorio Nacianceno, el gran orador y poeta del siglo IV, continúa hablándonos hoy con la fuerza de su palabra ardiente, nacida de la contemplación y del combate interior. En esta segunda catequesis dedicada a él, descubrimos el corazón de su enseñanza: la experiencia viva de la Trinidad, la llamada a la conversión del alma, y la centralidad de la oración como encuentro transformador con Dios.

Para san Gregorio, toda su vida —palabra, sufrimiento, renuncia, creación poética— tenía un solo fin: ascender hacia Dios. Consciente de su fragilidad y de sus caídas, no dejó nunca de invocar a Cristo como compañero de su camino, luz en medio de sus dudas, fuerza en su debilidad. Su visión teológica no es el producto de una teoría abstracta, sino de un alma que ha gustado el misterio de Dios y que ha sufrido por su causa.

El Nacianceno defendió con claridad la plena humanidad de Cristo y la verdadera divinidad del Hijo y del Espíritu Santo, combatiendo las herejías que reducían o negaban esta fe. Desde esta certeza brota su profunda visión de la salvación: lo que Cristo no asumió, no fue redimido. Por eso, la redención alcanza al hombre entero, cuerpo, alma e intelecto. Y en ese Cristo plenamente humano y plenamente divino, Gregorio ve al Salvador que nos transforma y nos eleva hasta hacernos partícipes de la vida divina.

Pero esta fe en el Dios uno y trino no es para él un mero objeto de reflexión: es una fuente de vida y de compromiso. Gregorio fue también el gran predicador de la caridad. Su célebre discurso sobre el amor a los pobres es una invitación siempre actual a vivir la misericordia como reflejo del rostro de Dios. Con un lenguaje audaz exhorta: “Conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios”.

Por último, su llamado más profundo resuena como una exhortación directa a cada uno de nosotros: “Alma mía, tienes una tarea…”. Esta tarea es buscar la verdad, mirar dentro de nosotros mismos, purificar la vida, recordar a Dios y a sus misterios, caminar hacia la luz. Para san Gregorio, la verdadera vida es la que se deja transformar por la sed de Dios, esa sed que nos busca antes de que nosotros lo busquemos.

A través de su palabra intensa y su alma transparente, san Gregorio Nacianceno nos deja una enseñanza que une doctrina, oración y vida. Hoy, como entonces, nos invita a mirar más allá de lo inmediato, a vivir con profundidad, y a dejarnos alcanzar por el amor de Dios, que tiene sed de nuestra sed.

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