Iglesia Primitiva

SAN GREGORIO NACIANCENO (I): EL TEÓLOGO DEL ALMA CONTEMPLATIVA

San Gregorio Nacianceno, amigo íntimo de san Basilio y figura esencial del siglo IV, se nos presenta como un alma profundamente contemplativa, marcada por la sensibilidad poética, el amor a la verdad y una entrega radical a Dios. Su vida, recorrida por tensiones eclesiales, debates teológicos y largos momentos de retiro, ilustra el drama espiritual del cristiano que busca a Dios en un mundo dividido.

Educado en las mejores escuelas de su tiempo y moldeado por una amistad luminosa con Basilio, Gregorio representa al teólogo que no separa la razón de la oración ni el pensamiento de la santidad. Desde su consagración episcopal hasta su participación en el segundo concilio ecuménico, se mantuvo fiel a la fe de Nicea en un contexto adverso, defendiendo con vigor la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo. Sus cinco discursos teológicos, pronunciados en Constantinopla, le merecieron el título de «el Teólogo», único junto a san Juan en la tradición oriental.

Pero su grandeza no se mide sólo por su doctrina, sino por su humildad y su desgarradora humanidad. Cuando las divisiones y las enemistades se hicieron insoportables, prefirió retirarse y volver al silencio. En su autobiografía en verso nos ofrece no sólo un testimonio íntimo de sus sufrimientos, sino también una confesión sincera de su deseo de luz, de pureza y de comunión con el Dios trino. Gregorio supo reconocer el límite de las palabras ante el misterio y nos enseñó que sólo el corazón purificado puede hablar con verdad de Dios.

Su vida nos recuerda que la teología auténtica nace del amor, se madura en la cruz y florece en la humildad. Gregorio Nacianceno no fue sólo un gran defensor de la ortodoxia, sino un maestro de interioridad que sigue hablando a los hombres de hoy, inquietos por la verdad y sedientos de infinito.

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