Laudes y Visperas

LA VERDADERA BIENAVENTURANZA: VIVIR EN JUSTICIA, AMOR Y CARIDAD

En el día de la conmemoración de los Fieles Difuntos, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el misterio de la muerte y su significado a la luz de la fe. Más que un final, la Escritura nos enseña que la muerte es un paso hacia la vida plena para quienes orientan su existencia según la palabra de Dios. El Salmo 111, que exalta al justo, nos ofrece un retrato del hombre fiel: aquel que teme al Señor, ama sus mandamientos y actúa con caridad hacia los necesitados.

El salmista subraya que el temor a Dios no es miedo, sino docilidad y confianza en su voluntad, lo que lleva a una vida de paz interior y esperanza. Esta fidelidad incluye una opción fundamental: la caridad hacia los pobres. El justo, generoso y compasivo, vive el mandato divino de compartir con quienes más lo necesitan. San Clemente de Alejandría complementa esta enseñanza afirmando que las riquezas, cuando se utilizan para el bien, pueden transformar la injusticia en una obra justa y salvadora.

Esta reflexión nos lleva a una conclusión esencial: la felicidad verdadera no radica en acumular para uno mismo, sino en vivir para Dios y el prójimo. El hombre que es «justo, clemente y compasivo» no teme a la muerte porque su vida está marcada por el amor y la generosidad que permanecen para siempre. En este día, al recordar a nuestros seres queridos, somos invitados a confrontarnos con la pregunta fundamental: ¿cómo vivir bien? El Salmo 111 nos responde: «Dichoso el hombre que da con alegría». En este camino encontramos la verdadera bienaventuranza y una esperanza que trasciende incluso la muerte.

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