• Laudes y Visperas

    SALMO 126: DIOS, CONSTRUCTOR Y GUARDIÁN DE NUESTRAS VIDAS

    El Salmo 126 nos ofrece una visión cargada de simbolismo, que abarca desde el trabajo cotidiano hasta el don de los hijos como signo de la bendición divina. Todo comienza con una afirmación contundente: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles». Aunque la obra humana es esencial para la construcción de una sociedad, este salmo sapiencial subraya que el verdadero cimiento de toda obra duradera es la gracia de Dios. Sin Él, nuestros esfuerzos quedan vacíos, pero con Él, incluso nuestro descanso se transforma en bendición.

    El texto presenta un contraste profundo entre la actividad humana y la acción divina. Mientras el hombre trabaja y vela por su hogar, es Dios quien da sentido y estabilidad a estas labores, haciéndolas fecundas. Además, el salmo introduce la imagen de los hijos como un don del Señor, fuente de fortaleza y esperanza. Ellos representan el futuro, la continuidad de la vida y la prosperidad de la sociedad. En un mundo donde a menudo se olvida la importancia de esta bendición, el salmo nos recuerda que los hijos son «como saetas en manos del guerrero», un apoyo firme para las familias y la comunidad.

    Los autores espirituales han visto en este salmo un llamado a la humildad y la confianza en Dios. El monje Isaías, por ejemplo, destacaba que los patriarcas y profetas no confiaban en sus propias fuerzas, sino en la protección divina. Este mensaje sigue vigente: nuestras casas, nuestras ciudades y nuestras vidas sólo alcanzan verdadera solidez cuando están en comunión con el Señor. La presencia divina no sólo custodia nuestras obras, sino que las llena de significado, dirigiéndolas hacia el bien y la plenitud del Reino de Dios.