• Laudes y Visperas

    CRISTO: DESCENSO, EXALTACIÓN Y SEÑORÍO UNIVERSAL

    El himno cristológico de la carta a los Filipenses (Flp 2, 6-11) nos invita a contemplar el misterio de Cristo en dos movimientos esenciales: su descenso en humildad y su exaltación en gloria. Jesús, verdadero Dios, se despoja de su esplendor divino para hacerse plenamente humano y compartir nuestra condición de dolor, llegando incluso a la muerte en la cruz. Este acto de obediencia y amor lo convierte en nuestro Redentor, quien, por su sacrificio, restaura nuestra relación con Dios.

    El segundo movimiento revela la glorificación de Cristo tras su resurrección. El Padre lo exalta y le concede el nombre de Kyrios, título que en la tradición bíblica se asocia a la divinidad misma. Esta proclamación del señorío universal de Cristo reúne a toda la creación en adoración, reconociéndolo como Dios verdadero y Salvador del mundo. La cruz, escándalo para algunos, se convierte en el signo supremo de la obediencia sacrificial que culmina en la victoria de la vida sobre la muerte.

    San Gregorio Nacianceno, con un lenguaje rico en imágenes, nos recuerda que Jesús no abandonó su naturaleza divina al asumir la condición humana. Desde su encarnación humilde en el pesebre hasta su triunfo sobre el pecado y la muerte, Cristo une su inmensidad divina a nuestra fragilidad, por amor. Este himno es más que una meditación; es una invitación a vivir según los sentimientos de Cristo, conformando nuestras decisiones y acciones a su ejemplo de amor y obediencia.

    El mensaje es claro y consolador: «Jesús te ama». Este amor no solo nos reconforta, sino que también nos llama a responder con responsabilidad y entrega diaria, siguiendo el camino que Él nos trazó. Así, el himno de los Filipenses sigue siendo una guía para la vida de los creyentes y un canto eterno de fe y esperanza.