• Iglesia Primitiva

    SAN CROMACIO DE AQUILEYA: UN PASTOR FIRME EN TIEMPOS BORRASCOSOS

    Con san Cromacio de Aquileya regresamos al corazón del cristianismo latino, en el norte del Imperio romano, después de haber explorado la riqueza espiritual de Oriente a través de Afraates y san Efrén. Obispo entre los años 388 y 407, Cromacio fue un verdadero pastor y maestro en una época marcada por crisis religiosas, invasiones bárbaras y fuertes conmociones sociales. Su figura se sitúa en la “edad de oro” de Aquileya, cuando esta ciudad —una de las más importantes del Imperio— era un centro activo de fe, cultura y fidelidad a la ortodoxia.

    Desde sus orígenes familiares, Cromacio estuvo inmerso en un ambiente cristiano ejemplar. San Jerónimo, que lo conoció personalmente, elogia a su madre, hermanas y hermano Eusebio como un verdadero modelo de vida evangélica. Elegido obispo tras la muerte de Valeriano, Cromacio heredó no solo una comunidad vibrante, sino también una Iglesia que había sufrido persecuciones y herejías. En su servicio pastoral, fue incansable en su defensa de la fe nicena frente al arrianismo, al tiempo que promovía una rica vida espiritual y una predicación accesible, cargada de imágenes y ternura.

    Su proximidad a grandes figuras como san Ambrosio, san Jerónimo o incluso san Juan Crisóstomo, que le escribió buscando su apoyo durante el destierro, revela el alcance de su autoridad y estima. En una época de inestabilidad y violencia, no fue sólo un predicador inspirado, sino también un centinela vigilante, siempre junto a su pueblo, alentándolo a confiar en la misericordia de Dios.

    Su obra, redescubierta en tiempos recientes, destaca por una sólida enseñanza teológica y espiritual. En sus homilías y comentarios al evangelio de san Mateo encontramos tres grandes núcleos: la Trinidad, el Espíritu Santo y el misterio de Cristo. Frente a la confusión doctrinal de su tiempo, Cromacio insistía una y otra vez en la verdad de la Encarnación: Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, asume la humanidad para elevarla. Y en este marco no podía faltar su constante referencia a la Virgen María, inseparable de la economía de la salvación y modelo de la Iglesia.

    Como buen pastor, sabía usar un lenguaje sencillo, evocador, accesible al pueblo. No desdeñaba las comparaciones vivas, como la barca sacudida por la tormenta o los peces sacados del mar. Desde esa cercanía con sus fieles, y consciente del dolor que provocaban los ataques de los bárbaros, los exhortaba a no desesperar y a mantenerse firmes en la fe y la oración. Su última exhortación, cargada de confianza en la victoria de Dios, resuena todavía hoy como una llamada al abandono confiado: “El Señor combatirá en vuestra defensa y vosotros estaréis en silencio”. San Cromacio nos recuerda que también nosotros, en tiempos confusos y cambiantes, estamos llamados a escuchar la Palabra, a vivir en comunión con la Iglesia, y a confiar sin reservas en el Dios que no abandona a su pueblo. ¿Estamos dispuestos a entrar en este Adviento con esa confianza sencilla y firme que nos invita a orar más y temer menos?