Los Apostoles

PEDRO, EL PESCADOR LLAMADO A SER PIEDRA

Pedro es el apóstol más mencionado en el Nuevo Testamento después de Jesús. Su historia comienza en Betsaida, donde trabajaba como pescador junto a su hermano Andrés. Era un hombre creyente y observante, con un profundo deseo de Dios, lo que lo llevó a seguir a Juan el Bautista antes de encontrarse con Cristo. Su carácter impulsivo y apasionado se manifiesta desde el principio: es generoso y decidido, pero también ingenuo y temeroso. Sin embargo, cuando Jesús lo llama a dejar sus redes para convertirse en «pescador de hombres», Pedro responde con fe y entrega, sin imaginar que su camino lo llevaría hasta Roma.

El momento culminante de su camino espiritual ocurre en Cesarea de Filipo, cuando confiesa que Jesús es el Mesías, una verdad que no viene de su propia sabiduría, sino de la revelación del Padre. Sin embargo, su comprensión de la misión de Cristo es aún incompleta: cuando Jesús anuncia su Pasión, Pedro se escandaliza y trata de apartarlo de ese camino, recibiendo una dura corrección del Maestro. Pedro esperaba un Mesías poderoso, pero Jesús le muestra el verdadero rostro de su misión: el del Siervo sufriente que redime al mundo con la humildad y la entrega.

A lo largo de su vida, Pedro experimenta varias conversiones. Aprende que seguir a Cristo no significa imponer sus propias ideas, sino aceptar el camino que Dios ha elegido, aunque sea difícil. Su historia es un gran consuelo para todos los creyentes: como Pedro, podemos ser generosos y llenos de fervor, pero también débiles y temerosos. Sin embargo, Jesús nos llama una y otra vez a seguirlo con humildad y valentía. Pedro nos enseña que no somos nosotros quienes marcamos el camino, sino Cristo, el verdadero Pastor, que nos dice: «Sígueme».

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