En esta catequesis, Benedicto XVI ofrece un merecido homenaje a las muchas mujeres que desempeñaron un papel fundamental en la expansión del Evangelio, tanto durante la vida terrena de Jesús como en la Iglesia naciente. Aunque los Doce fueron varones, el grupo de discípulos de Jesús incluyó también a numerosas mujeres que lo siguieron con fidelidad, lo sirvieron con sus bienes y permanecieron a su lado incluso en los momentos más difíciles, como la Pasión. Entre ellas destaca María Magdalena, la primera testigo del Resucitado y llamada por santo Tomás de Aquino “apóstol de los Apóstoles”.
El Papa resalta también la participación activa de mujeres en las primeras comunidades cristianas. Algunas, como las hijas del diácono Felipe, fueron profetisas; otras, como Prisca (o Priscila), Febe, Evodia y Síntique, colaboraron estrechamente con san Pablo y se distinguieron por su servicio en la misión y en la vida comunitaria. San Pablo reconoce su trabajo con palabras de aprecio y estima, valorando su entrega y testimonio.
La historia del cristianismo, recuerda Benedicto XVI, sería inconcebible sin la aportación femenina. Muchas de estas mujeres ejercieron roles de liderazgo y responsabilidad, aunque sin títulos jerárquicos formales, y su fidelidad fue clave para la edificación de las comunidades y la transmisión de la fe. En este sentido, la Iglesia da gracias por su “genio femenino”, como ya expresó san Juan Pablo II, reconociendo los frutos de santidad y servicio que brotaron de su fe, esperanza y caridad.
Así, esta catequesis cierra el recorrido por los testigos de los orígenes cristianos subrayando una verdad esencial: el Evangelio ha sido anunciado, vivido y transmitido desde el principio por hombres y mujeres unidos en la fe, en la misión y en el amor a Cristo.