Iglesia Primitiva

DIONISIO AREOPAGITA: EL MISTERIO DE LA TEOLOGÍA Y EL CANTO DEL UNIVERSO

En el marco de sus catequesis sobre los Padres de la Iglesia, Benedicto XVI nos presenta a un autor tan fascinante como misterioso: el seudónimo de Dionisio Areopagita, un pensador cristiano del siglo VI cuya verdadera identidad sigue siendo desconocida. Escogió ese nombre para vincularse simbólicamente al Dionisio del Areópago, el ateniense que, según los Hechos de los Apóstoles, abrazó la fe tras oír predicar a san Pablo. Con ese gesto, quería expresar su deseo de poner la sabiduría filosófica griega al servicio del Evangelio, buscando la armonía entre el pensamiento helénico y la revelación cristiana.

Dionisio no quiso hacerse famoso. Su anonimato, según el Papa, no debe interpretarse como una falsificación, sino como una expresión de humildad: deseaba construir una teología no personalista, sino eclesial, sin levantar monumentos a su nombre. Y lo logró: su pensamiento tuvo una influencia decisiva en la teología mística de Oriente y de Occidente, y sus obras serían profundamente valoradas por autores como san Máximo el Confesor, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino.

Su teología está atravesada por una triple intuición. En primer lugar, es una teología cósmica y litúrgica: todo el universo canta la gloria de Dios, desde los ángeles hasta el ser humano, y esta alabanza universal se concentra en la liturgia de la Iglesia. Para Dionisio, la liturgia no es sólo un acto ritual, sino participación en el canto eterno de las criaturas.

En segundo lugar, su teología es también mística. Con él, la palabra “mística” comienza a referirse no sólo a los sacramentos, sino al camino interior del alma hacia Dios, un camino que pasa por la purificación, el silencio, la adoración y la conciencia de que Dios es siempre más grande que nuestros conceptos. La llamada teología negativa —que reconoce que de Dios sabemos más lo que no es que lo que es— no lleva al vacío, sino al misterio que fascina y transforma.

Por último, Dionisio reconoce que ese Dios trascendente se ha hecho cercano en Cristo. El camino hacia Dios es posible porque Dios mismo ha venido a nuestro encuentro. De ahí la belleza de su síntesis: una teología profundamente intelectual que no abandona la humildad; una experiencia mística que se vive en la comunión de la Iglesia.

Benedicto XVI ve en Dionisio un posible puente incluso para el diálogo con las tradiciones místicas del Asia. Pero no a partir del relativismo o del ocultamiento de la fe cristiana, sino desde su profundidad: quien ha encontrado a Cristo y lo adora en la verdad puede hablar con todos. La luz de Dios no aplasta, sino que atrae y ensancha el corazón.

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